lunes, 7 de octubre de 2013

LOS AMANTES DE TERUEL


Los Amantes de Teruel, Antonio Muñoz Degrain (1840-1924), Museo del Prado.
Si hay una historia-leyenda por la que nuestra ciudad es conocida a nivel nacional e internacional es la del amor imposible entre Juan Diego de Marcilla e Isabel de Segura.

Durante la Edad media, en un edificio a mitad de lo que hoy es la calle de los Amantes, (parece ser que ubicado donde está la actual central de Telefónica) vivía Don Martín de Marcilla, descendiente de Don Blasco de Marcilla, uno de los audaces capitanes que en 1171, con el permiso del Rey Alfonso II conquistó la villa de Teruel a los musulmanes.

Don Martín estaba casado con Doña Constanza Pérez Tizón y del matrimonio nacieron tres hijos: Don Sancho, Don Diego y Don Pedro.
La familia Marcilla era muy importante en el Teruel de aquel entonces, pues el propio don Martín de Marcilla fue Juez de Teruel durante los años 1192 y 1193. Poseían una gran hacienda, pero en 1208 quedó empobrecida a causa de una terrible plaga de langosta que asoló la comarca de Teruel.

Muy próxima a la casa de los Marcilla, en lo que siempre se le ha conocido como el edificio de Sindicatos, vivía la familia de don Pedro de Segura, que aunque de menos linaje y nobleza que los Marcilla, había prosperado más por su dedicación al comercio, llegando a ser una de las familias más ricas de Teruel.
El matrimonio Segura tenía una hermosa hija, Isabel de Segura, con la que Diego de Marcilla jugó desde niño y entabló una gran amistad durante su adolescencia.

Con el transcurso del tiempo y casi sin darse cuenta, los juegos y la amistad se fueron transformando en  amor. Y por fin llegó el día en que Diego, sintiéndose plenamente enamorado de Isabel, le declaró su amor y le pidió matrimonio. Isabel, aceptó la proposición y ambos comenzaron a imaginar como sería su futuro juntos.

Aunque hoy la petición de mano es un acto puramente testimonial, en aquellos años, y, hasta no hace mucho, era necesario contar con la aprobación del padre de la novia, por lo que Juan Diego decidió comunicárselo al padre de Isabel.

Don Pedro, sopesando las ventajas e inconvenientes de tal enlace, y comprendiendo que económicamente no le beneficiaba la alianza de su hija con el segundón de los Marcilla, se negó rotundamente, anteponiendo la riqueza a la nobleza y el interés material al amor desinteresado, puro y limpio. 

Juan Diego decidió entonces partir en busca de riquezas, luchando en diferentes batallas contra los musulmanes que en aquellos años de la Reconquista, se extendían por los diferentes reinos. Se comenta que podría haber participado en la Batalla de Las Navas de Tolosa y en la de Muret. 
Juan Diego, al entender que el sacrificio de su amada era injusto si él moría en el campo de batalla, propuso establecer un plazo de espera durante el cual se guardarían ambos fidelidad.
De mutuo acuerdo fijaron un plazo de cinco años, agotados los cuales Isabel quedaba libre, para que de esta manera pudiera rehacer su vida.

En la primavera del año 1212, año en que Diego de Marcilla se dirigió a Zaragoza para unirse al ejército del Rey Pedro II de Aragón. 

Fueron transcurriendo los meses y los años, hasta que un día su padre tomó la determinación de obligarla a casarse con un turolense rico e ilustre muy del agrado del padre: Don Pedro de Azagra. 
Habían pasado ya cuatro años y tal era la insistencia del padre, que Isabel aceptó el deseo paterno, pero con la condición de que lo cumpliría tras agotarse el plazo de espera que había pactado con Diego.

Cuando estaba a punto de cumplirse el plazo, se corrió por la villa la noticia de que Diego había muerto en el campo de batalla, por lo que Isabel quedaba libre del compromiso y podía cumplir el deseo de su padre.

Por fin llegó la boda, y se celebró el mismo día en que se cumplían los cinco años, y justo el día en que Diego regresaba victorioso y habiendo conseguido la fortuna deseada.

Cuesta de La Andaquilla 
y Portal de Daroca
Era ya pasada la media tarde cuando, también según la leyenda, Diego volvía a la villa montado en una burrica, accediendo por el Portal de Daroca. Ante la posibilidad de llegar tarde, espoleaba al animal para que fuera más deprisa: "anda, quilla (borriquilla) que llegamos tarde", de ahí el nombre actual de esa entrada Cuesta de la Andaquilla. Cruzó el portal de Daroca y se dirigió a casa de los Segura con intención de ver a su amada.
Al llegar a la puerta no salía de su asombro al ver tanta gente y semejante jolgorio. Acercándose a un grupo de jóvenes, preguntó por la causa de tal regocijo. Los jóvenes le informaron que se trataba de la boda de la hija de Don Pedro de Segura.
Aún con la pena y el dolor de la noticia, Juan Diego decidió ir a verse con Isabel y comprobar que era cierta la noticia que acababa de recibir.

Diego le prometió marcharse para siempre de Teruel, y a cambio lo único que le pidió fue un beso de despedida. Pero fue un beso que Isabel, fiel a su matrimonio, le negó por tres veces. Ante tal crueldad, desesperado ante su amada, Diego cayó muerto a los pies de Isabel.

Don Martín decidió celebrar al día siguiente los funerales de su hijo en la iglesia de San Pedro, y allí, sobre un catafalco, y sin cubrir, fue depositado el cuerpo de Diego.
Isabel, presa de los remordimientos y agobiada por la angustia, tomó un manto, cubrió su rostro para no ser reconocida y se sumó a la comitiva.
Al llegar a la iglesia, se dispuso a dar a Diego el beso que le negó en vida. Se inclinó sobre el cadáver, y rozó con sus labios los de su amado, proporcionándole el beso que le negó en vida. 
Isabel ya no se incorporó, y en ese momento los asistentes intentaron apartarla creyéndola desmayada sobre el difunto, pero fue inútil, y mayor fue la sorpresa al comprobar que se trataba de Isabel de Segura.
Este fue su primer y último beso, pues con él acababa de exhalar en ese mismo momento su último aliento vital, toda vez que quedaba unida para siempre al hombre a quien tanto había amado y a quien no había podido unirse en vida.

Se acordó enterrarlos juntos, y así se hizo, se les dio sepultura en la capilla de San Cosme y San Damián de la Iglesia de San Pedro.

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