lunes, 21 de octubre de 2013

LA LEYENDA DE ZORAIDA

El término "mudéjar" procede del árabe "mudayyan" que significa "el que permanece". Hacía referencia a los musulmanes que siguieron viviendo en las tierras recuperadas por los cristianos en la Edad Media, durante la Reconquista. Estos mudéjares mantuvieron su lengua, conservaron su religión y propiedades, a la vez que vestimentas, costumbres y tradiciones, a cambio de un tributo que debían pagar a los reyes cristianos.

En la época medieval turolense,  Omar y Abdalá, eran dos amigos mudéjares que trabajaban como alarifes (el equivalente a los actuales aparejadores).

 Un día, cuando caminaban juntos dando un paseo por Teruel, vieron en una ventana a una joven y hermosísima doncella, Zoraida, de la que ambos se enamoraron inmediatamente.

La amistad se convirtió poco a poco en rivalidad, por conquistar el corazón de la chica, y ambos, tanto Omar como Abdalá fueron, por separado, a hablar con Mohamed, padre de Zoraida, para pedirle la mano de su hija.

Ante la indecisión de la chica, y con el fin de elegir entre los dos pretendientes, decidió que la entregaría a quien antes  construyera para su hija la torre más hermosa de la Villa.

Omar comenzó las obras de la torre de San Martín y Abdalá las del Salvador, y, ante la posibilidad de que uno pudiera contemplar la evolución de las obras del otro,  ambos taparon sus construcciones con andamios y telas que ocultaran su evolución. Se establecieron relevos, incluso a las horas de comer, y organizaron turnos de trabajo incluso de noche, burlando la vigilancia.
El amor por Zoraida empujaba a los dos a hacer todo lo posible para acabar antes que su respectivo contrincante.


Un día, Omar anunció el término de sus obras. La población turolense se concentró a los pies de los andamios que cubrían la nueva torre de San Martín. El alarife ganador, con aire triunfal, ordenó que se destapara su trabajo. Poco a poco, las gentes iban contemplando embelesadas los bellos azulejos y adornos que decoraban la construcción. Sin embargo, cuando la torre estuvo descubierta por completo, Omar lanzó un grito de angustia: los trabajos nocturnos y bajo las telas, habían provocado un error de cálculo, y la torre aparecía ligeramente inclinada.
 En ese momento, presa de la desesperación, y frente a toda la ciudad, el alarife ascendió a la torre y se lanzó al vacío, prefiriendo la muerte a una vida sin amor y sin honor.

Pocos días después, Abdalá terminó la Torre del Salvador y ganó la mano de Zoraida.