El término "mudéjar"
procede del árabe "mudayyan" que significa "el que permanece". Hacía referencia a los musulmanes que siguieron viviendo en las
tierras recuperadas por los cristianos en la Edad Media, durante la
Reconquista. Estos mudéjares mantuvieron su lengua, conservaron su
religión y propiedades, a la vez que vestimentas, costumbres y tradiciones, a
cambio de un tributo que debían pagar a los reyes cristianos.
En la época medieval turolense, Omar y Abdalá, eran dos amigos mudéjares que
trabajaban como alarifes (el equivalente a los actuales aparejadores).
Un día, cuando caminaban juntos dando un paseo
por Teruel, vieron en una ventana a una joven y hermosísima doncella, Zoraida,
de la que ambos se enamoraron inmediatamente.
La amistad se convirtió poco a
poco en rivalidad, por conquistar el corazón de la chica, y ambos, tanto Omar
como Abdalá fueron, por separado, a hablar con Mohamed, padre de Zoraida, para
pedirle la mano de su hija.
Ante la indecisión de la chica, y
con el fin de elegir entre los dos pretendientes, decidió que la entregaría a
quien antes construyera para su hija la
torre más hermosa de la Villa.
Omar comenzó las obras de la
torre de San Martín y Abdalá las del Salvador, y, ante la posibilidad de que
uno pudiera contemplar la evolución de las obras del otro, ambos taparon sus construcciones con andamios
y telas que ocultaran su evolución. Se establecieron relevos, incluso a las
horas de comer, y organizaron turnos de trabajo incluso de noche, burlando la
vigilancia.
El amor por Zoraida empujaba a
los dos a hacer todo lo posible para acabar antes que su respectivo
contrincante.
Un día, Omar anunció el término de sus obras. La población turolense se concentró a los pies de los andamios que cubrían la nueva torre de San Martín. El alarife ganador, con aire triunfal, ordenó que se destapara su trabajo. Poco a poco, las gentes iban contemplando embelesadas los bellos azulejos y adornos que decoraban la construcción. Sin embargo, cuando la torre estuvo descubierta por completo, Omar lanzó un grito de angustia: los trabajos nocturnos y bajo las telas, habían provocado un error de cálculo, y la torre aparecía ligeramente inclinada.
En ese momento, presa de la desesperación, y
frente a toda la ciudad, el alarife ascendió a la torre y se lanzó al vacío,
prefiriendo la muerte a una vida sin amor y sin honor.
Pocos días después, Abdalá
terminó la Torre del Salvador y ganó la mano de Zoraida.